viernes, 4 de noviembre de 2016

la década del 20 y la crisis del 29





¿Qué sucedió hace casi 90 años, cuando se inició esos años denominados Gran Depresión? Todo comenzó, como hoy en día, unos años antes. La prosperidad y el crecimiento se iniciaron en los primeros años de la década del 20, en plena posguerra. El país más favorecido, a causa de su casi exclusión de la Gran Guerra, fue Estados Unidos, que se convirtió en el principal polo proveedor de productos alimenticios e industriales del mundo. En esa época se consolidaron sectores industriales nuevos como lo eran la industria eléctrica, la química, la petroquímica, la aeronáutica, la automotriz, el cine y la radiofonía. Eran los años dorados del consumismo. (Cuidado, no se confunda, estamos hablando de la década de 1920…)


La Bolsa de Nueva York se transformó en el centro de la economía mundial, donde llegaban capitales de todo el mundo. El resto del planeta, sin embargo, no crecía al ritmo de Estados Unidos. Hacia 1928, la acumulación de stocks empujó los precios hacia abajo, produjo desempleo y pérdida de poder adquisitivo de la población. Con todo, la especulación financiera siguió adelante.

¿En que consistía esa especulación financiera? Simple: la gente tomaba créditos para comprar acciones, que día a día, y desde hacía años, subían sus valores. Pero este valor no se correspondía con el valor real de las compañías. Era un valor “ficticio”. Lo que se denomina en la jerga “bicicleta financiera”

Y finalmente sucedió lo inevitable. El 24 de Octubre de 1929 se produjo el crack. Wall Street se quebró. Más de 13 millones de títulos que cotizaban en baja no encontraron compradores y ocasionaron la ruina de miles de inversores que habían comprado acciones con créditos que ya no podrían pagar.

 LA SITUACION INTERNACIONAL

LA DEPRESIÓN SE EXTIENDE POR EL MUNDO
Dos hechos marcaron la situación internacional en los años 30: la extensión por el mundo de la crisis iniciada en EEUU en 1929 y la creación de gobiernos autoritarios
Como consecuencias de la crisis decayó el comercio internacional y se devaluaron las monedas. La industria se redujo en Europa más que durante la Primera Guerra Mundial. Se arruinaron millones de pequeños comerciantes e industriales, granjeros, campesinos y accionistas.
Los países latinoamericanos, que basaban sus economías en las exportaciones a Europa y EEUU sufrieron rápidamente los efectos de la crisis: los países europeos y EEUU pusieron barreras proteccionistas y disminuyeron las exportaciones latinoamericanas,  cayeron los precios de las materias primas que exportaban, no hubo inversiones de dinero procedentes de Europa o EEUU, faltó dinero para adquirir maquinaria y combustibles para la naciente industria. Los países desarrollados “exportaron” la crisis hacia los menos desarrollados que no podían imponer precios ni decidir condiciones para el comercio.
Por otra parte el tradicional comprador de América Latina, el Imperio Británico, había perdido su hegemonía y sus compras eran cada vez menores, mientras disminuían o desaparecían sus inversiones en ferrocarriles, teléfonos, etc. Su lugar estaba siendo ocupado por EEUU, incluso en países de tradicional influencia inglesa como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Pero las relaciones comerciales con EEUU iban a ser más duras que con Inglaterra. EEUU impuso cuotas y limitaciones para algunas de sus importaciones desde países latinoamericanos, sobre todo aquellas que competían con la producción norteamericana. Por ejemplo, en 1926 EEUU prohibió la importación de carne contaminada de aftosa, lo que le sirvió de excusa para impedir el ingreso de carne refrigerada de Argentina y Uruguay.

Como EEUU fue el primero y el más afectado por la crisis de 1929, América latina sufrió el impacto económico y social. En muchos países de América Latina el estado intervino: se establecieron controles de cambios de moneda, se devaluó la moneda y se restringieron las importaciones. Se hizo necesario aumentar la acumulación de capital internamente (ya que no se podía obtener por las exportaciones)  y para eso se explotó más la fuerza de trabajo: el desempleo generó un sobrante de mano de obra y los salarios cayeron. Para controlar a los trabajadores fue necesario desactivar los sindicatos y recurrir al patriotismo o la represión, por eso no debe extrañar la formación de gobiernos autoritarios y dictaduras.
 LA CRISIS EN URUGUAY

CONSECUENCIAS DE LA CRISIS
Disminución de las exportaciones.- La producción uruguaya tenía una característica positiva: exportaba productos necesarios para la alimentación (carne) y para la vestimenta (lana, cueros), por lo tanto eran imprescindibles y le permitió a Uruguay no depender de un sólo mercado. Pero a pesar de esto igual no decidía sobre sus exportaciones (ni la cantidad ni el precio), porque su peso en el mercado era escaso dada el poco volumen de producción.  Las exportaciones uruguayas se vieron afectadas por la crisis: entre 1929 y 1932 los precios de la carne y la lana bajaron en un 55%.
El tradicional comprador de la carne uruguaya, Inglaterra, firmó en 1932 los Convenios de Ottawa con sus ex-colonias, dándoles preferencias en la compra de productos. Se trataba de la política proteccionista establecida después de la crisis. Entre esas ex-colonias se encontraban Australia, Nueva Zelandia y Canada, que también producían carnes y lana. Esto perjudicó las exportaciones uruguayas.
Descenso de las importaciones.- Las importaciones descendieron, afectando a las industrias que necesitaban maquinaria y combustibles. La importación de máquinas y carbón  cayó un 15%, mientras las importaciones de fuel oil bajaron un 35%.
Devaluación de la moneda.- El peso uruguayo se devaluó frente a la libra inglesa y el dolar norteamericano. En 1933 la devaluación del peso frente al dolar superaba el 100% comparado con el valor de 1928. 
Desocupación.- El censo de industrias que se hizo en 1930 registró 94000 trabajadores industriales, estimándose en 30000 el número de desocupados. En 1933 el número de desocupados se estimaba en 40000, casi la mitad de los trabajadores industriales. Quienes conservaron su empleo no se encontraban a salvo de la crisis porque los salarios bajaron mientras el costo de vida aumentó. Según un informe de la Oficina Nacional de Trabajo de 1930, un tercio de los trabajadores ganaba menos de lo necesario para la subsistencia.
Además esta desocupación provocada por la crisis se sumaba a la desocupación que ya se venía dando por otras razones:
a) la renovación tecnológica, como la aplicación del taylorismo en los frigoríficos, que había reducido en un 25% el número de obreros, o el uso de cosechadoras en la agricultura (cada cosechadora sustituía el trabajo de 10 hombres).
b) la sobre-oferta de mano de obra por la migración del campo a la ciudad que afectaba a los trabajadores menos preparados como la estiba en el puerto.
Caída de los salarios.- La sustitución del trabajo masculino por el de mujeres y niños a los que se les pagaba menos salario fue una de las soluciones adoptadas por las empresas privadas para mantener la ganancia de sus capitales. El diputado socialista Troitiño informaba en la Cámara que “a las mujeres se les paga generalmente la mitad del jornal que se paga al hombre, y a los niños se les paga menos todavía, y, a la vez, se obliga a la mujer y al niño a rendir la misma producción que antes hacía el hombre”. En 1932 el diputado batllista Grauert denunció que el frigorífico “Artigas” de la empresa norteamericana Armour, había despedido hombres a los que se pagaba $2,80 por día, para tomar mujeres a las que pagaba $1,20.
La Oficina Nacional de Trabajo, un organismo del gobierno, reconoció a comienzos de 1932 que “la profunda depresión sufrida por la industria y el comercio, dio motivo, en muchos casos a supresiones de personal, aumentando por tal causa las infracciones de las leyes y reglamentos concernientes al trabajo, pues, muchos patrones, empresarios, buscaron por dicho modo reducir sus presupuestos en materia de salarios”.
El desempleo y la caída del salario redujo el consumo interno: el consumo de carne bajó un 18% y el consumo de electricidad descendió 13%.

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